Sabíamos que India era un país intenso, dónde todo es posible, pero desde luego esto no entraba en nuestras expectativas.
Tras un día de visita en Jaipur decidimos volver a nuestro hotel para descansar un poco. En el camino de vuelta, vimos mucho movimiento de técnicos y personas vestidas de gala ¡Se avecinaba una boda!
Como somos un poco inquietas, guiño guiño, decidimos entrar a preguntar a los organizadores para saber un poco más acerca de la indian wedding. Después de una pequeña charla nos dijeron que nos pasáramos a eso de las 20.30h para verlo en directo.
¡Y vaya si lo hicimos!
Pese a nuestras ansias por estar allí, decidimos esperar y contemplar el inicio de la ceremonia desde la terraza del hotel, que nos brindaba unas vistas idóneas para la escena.
Desde allí contemplamos toda la entrada de los novios a la boda, con sus respectivos bailes y músicas. Cuando todo estaba ya mas calmado, decidimos ir hacia allí.
En la entrada Javier se encontró con uno de los organizadores de la boda, que amablemente nos guió hasta el abuelo de la novia ¡El hombre no cabía en sí de orgullo de nieta! Nos saludamos y charlamos muy poquito porque en seguida nos dijo que debíamos subir al escenario para hacernos una foto oficial con la parejita. No teníamos otra opción. Entre risas nerviosas subimos a cumplir con la ilusión del anciano y felicitamos a los recién casados. En nuestras vidas habíamos tenido tantas cámaras apuntando hacia nosotros.
Hechas las 5000 fotos, el señor mandó al organizador a hacernos un tour por TODO el buffet de la boda. Las directrices eran claras: debíamos probar todos los platos, y así fue. Además nos explicó con detalle en qué consistía cada uno de ellos. Nos llamó mucho la atención empezar por los dulces, esto es algo típico para desear un dulce compromiso a los novios.
Cuando creíamos que habíamos terminado vino lo mejor… Toda esa cantidad ingente de comida que habíamos probado ¡eran sólo los entrantes! Como diría mi madre, acabamos rodando. Si no habían 100 puestecitos no había ninguno ¡Pero qué rico estaba todo!
Tras la comilona nos mezclamos entre la gente, que nos miraban con esos ojos curiosos y atentos tan típicos del norte de India. Estuvimos riendo y haciéndonos fotos con mucha gente hasta que decidimos que era hora de retirarse.
Fue una de las experiencias que recordaremos con mas cariño y es una de las cosas que más recomendamos hacer si tenéis la oportunidad. India es un país de gente muy acogedora y con muchas ganas de compartir su cultura. Para nosotros no es normal invitar a unos extraños a una boda pero para ellos es un honor. Estarán encantados con tu presencia y tu te llevarás una experiencia para toda la vida.
Por lo que nos contaron, ese era el último día de la boda y no había baile como en los días previos. Normalmente, las bodas indias duran 7 días. Nos quedamos con el gusanillo de ver más. Puede que el destino nos lleve a otra más adelante, o no. Lo que sí sabíamos es que India volvería a sorprendernos…
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